Ir al contenido principal

Un roscón de reyes

MIGUEL. – ¿Has hablado con el médico?
CARLOS. –  Sí.
MIGUEL. – ¿Y cuántos años te echa?
CARLOS. –  Me ve muy joven, dice que 22. Es que es súper maja.
MIGUEL. – (Interrumpiendo.) No. Digo cuántos te echa de vida.
CARLOS. –  Pues no sé. En cada sesión me echa unos cuantos.
MIGUEL. –  Esta vez, ¿cuántos te ha echado?
CARLOS. –  Ninguno. Dice que ya no le quedan. Que se le han acabado.
MIGUEL. –  Sí. Cada vez se le acaban antes los años de vida a los médicos.
CARLOS. –  Son bastante rácanos con eso. Siempre tiran a la baja. Pero joe, lo entiendo. Es que hay mucha gente. Hay que racionar la vida.
MIGUEL. –  Sí… Además, como los demás nos dedicamos a gastarla pues… No pueden ser transigentes con eso.
CARLOS. –  Menos mal que tenemos sanidad pública, Miguel.
MIGUEL. – Bueno, no está mal. Aunque dicen que en la privada no te quitan años de vida.
CARLOS. – Te los dan. Pero eso es porque quieren que pagues más tiempo. Mira, yo el otro día fui a una privada y me dijeron que me quedaban 666 años de vida…
MIGUEL. – ¿En serio?
CARLOS. – … divididos entre tres dos veces, luego dividendo entre once y quitando el resto.
MIGUEL. – (Haciendo las cuentas.) Pero eso es… ¡Eso da, cero, Carlos!
CARLOS. – ¿En serio? ¡Joder! Me han vuelto a estafar.
MIGUEL. – Ya. Eso suele pasar en lo privado. Incluso yo estafo a mis clientes de la panadería. Les vendo roscón de reyes dos meses antes de que empiece la Navidad.
CARLOS. – ¿Eso es estafar?
MIGUEL. – Sí. Les digo que es roscón de reyes. Pero es roscón de verano, en realidad.
CARLOS. – ¿Pero tienes años para eso?
MIGUEL. – No se necesita tanto para hacer un roscón.
CARLOS. – Y, ¿Por qué la gente no los hace?
MIGUEL. – Porque no sabe. No nos enseñan. Pero como yo sí sé, pues lo hago, y lo vendo.
CARLOS. – ¡Hala! ¡Sí! Enséñame, porfi. Que me queda poco de vida.
MIGUEL.– No. Que luego no compras.
CARLOS. – ¡Pero, Miguel! ¡Que no pasaré de esta navidad! No creo que llegue, si quiera. No sé cómo sigo vivo ahora.
MIGUEL.– Que no. Que sino no compras.
CARLOS. – ¡Pero que estoy muerto!
MIGUEL. – Y, ¿entonces? ¿Cómo es que estás hablando conmigo?
CARLOS. – (Pausa.) ¡Joder! (Pausa.) ¡Es verdad! ¿Por qué sigo vivo? Todos me han dicho que iba a morirme. ¿Por qué sigo vivo? ¡Alguien me ha engañado, Miguel! ¿Quién?
MIGUEL. – No lo sé, Carlos. ¿Cómo voy yo a saberlo?
CARLOS. – ¡Dios! ¡Puedo morirme en cualquier momento, Carlos! ¡Mátame!
MIGUEL. – ¿Qué?
CARLOS. – ¡No quiero no saber cuándo me voy a morir!
MIGUEL. – Pero, Carlos. Cómo voy a hacer yo eso. Eres mi amigo.
CARLOS. – ¿Tienes roscón aquí?
MIGUEL. – ¡Claro! Siempre lo llevo.
CARLOS. – ¡Voy a hartarme antes de morirme!
MIGUEL. – ¿Cuánto quieres?
CARLOS. – ¡Todo el que tengas!
MIGUEL. – Vale. Son (cogiendo un cuaderno y haciendo cuentas) 783 euros, más IVA.
CARLOS. – Vale. ¿Puedo pagarlo a plazos?
MIGUEL. – Pero, si te vas a morir pronto, Carlos.
CARLOS. – ¡Da igual! Que lo paguen mis hijos. Tráelo.
MIGUEL. – Pero si no tienes hijos.
CARLOS. – Sí. Magdalena está embarazada de mellizos.
MIGUEL. – ¡Ay! No me digas. Vale… Pues tengo algo especial para tus hijos. Te lo traigo con los roscones. (Pausa. MIGUEL trae tres un roscón. Empieza a comérselo). Mira, de momento, uno de trufa, uno de nata y otro solo. Y… te traigo también una cosa muy especial (sacándolo de detrás de la espalda.) ¡Tachán! Mira esta edición limitada de la Playstation Tanatos edición Navidad.
CARLOS. – ¡Para cuando sean mayores!
MIGUEL. – Son 230, más IVA.
CARLOS. – (Sigue comiendo.) Vale, ponlo todo en la factura.
MIGUEL. – Y mira, tengo más cosas: un coche, una hipoteca, un seguro médico…
CARLOS. – ¿Vendes todo eso?
MIGUEL. – Sí.
CARLOS. – (Para de comer.) ¿Seguros médicos también?
MIGUEL. – Sí.
CARLOS. – ¿Seguro?
MIGUEL. – Seguro.
CARLOS. – Seguro, segurísimo.
MIGUEL. – Segurísimo.
CARLOS. – (Vuelve a empezar a comer. Cada vez más rápido.) ¿Lo más segurisísimo?
MIGUEL. – La más segurisísimo
CARLOS. – El más segurisísimo.
MIGUEL. – Lu mus sugurusúsumu.
CARLOS. – Le mes seguereséseme.
MIGUEL. – ¡El segurisísimo!
AMBOS. – Arriba España
Carlos se atraganta con el roscón. Tose. Cada vez más. Al final se ahoga, y muere. Silencio.
MIGUEL. – Bueno. Pues al final te sale todo por 555.555 euros, más IVA, pero sin RIMA. Tranquilo. Aunque podemos contratar un servicio coprófilo, postmortem. ¿Te parece?
CARLOS. –
MIGUEL. – Eso me parecía. Vale. Pues te sale por 555.600 euros, más IVA. Redondito todo. ¿Bien?
CARLOS. –
MIGUEL. – (Comprobándole el pulso.) No te queda nada de pulso, ¿no?
CARLOS. –
MIGUEL. – Estás bien muerto.
CARLOS. –
MIGUEL. – Qué pena… Te quedaban diez años de vida. 666 entre 3, 333. Entre 3 otra vez, 111. Entre 11, 10 coma 0.9 periódico. Quito el resto, y me quedan diez. Supongo que estaban contando con la cantidad de años que iban a tener que pagar tus hijos. La vida ahora es más larga en estos tiempos, ¿sabes? Yo no te he mentido. La pública llevaba razón: ce-ro. Y aquí estás, muerto. ¡Mucho has durado desde que te lo han dicho!
CARLOS. – ¡¡¡
MIGUEL. – Bueno, pues nada. (Le da un beso en los labios al cadáver de Carlos. Le quita un poco del roscón que aún le quedaba en la boca.) ¡Mmm! ¡Qué bien sabes a roscón, jodío! (Termina de comerse pleno de placer, el roscón.) Bueno, en un rato vendré a darte el servicio postmortem, vale. Espérame aquí. No te me vayas a ir, ¿eh? Que te cobro permanencia si no. Y tranqui. Hablaré yo con tus hijos, ¿vale? No tienes nada de qué preocuparte. ¡Chaíto!


 de ©Shathu Entayla

Comentarios

Popular Posts

Flores en el asfalto

Hay personas que duelen  de lo que alivian que matan las nubes de tormenta que apartan las aguas negras; esas con hábito de vorágines que nunca cesan. Hay personas que devuelven el brillo al alma el edén al fruto la esencia a la esencia y la enrutan y la soterran para que crezca justo así en vertical para que seas  como la flor que brota del asfalto como el pájaro que descansa en la catenaria como la pausa de paz en el bombardeo; para que seas. Hay personas que habitan  tu piel y te dejan la suya; que apartan la ciudad y, en sus escombros, te encuentran. Ojalá vivir más  en esas personas dolorosas devolvedoras, habitantes y encontrosas. Ojalá vivir más en quien ama con belleza Ojalá vivir más y que el más que viva sea con ellas. Modificación de una imagen de PhilippLE  en Pixabay Dedicado a La Tribu de los Idos, especialmente a Esther, Leyre, Sara, Karina y Buda  de ©Shathu Entayla

Follar para desnudarse

Follar siempre al menos una vez al menos desnudarnos una vez del todo para poder hablar, sobre-todo. Si te he desnudado y me has desnudado al menos una vez ya nada es tabú. Si ya te he desnudado y me has desnudado los complejos se quedan en la ropa y las excusas, líquidas, sobre la cama y de los quejidos sólo se oyen ya los ecos de los orgasmos y se ha disuelto el miedo hasta la ternura del abrazo. Si ya te he desnudado y me has desnudado al menos una vez ya nada es tabú y seguiremos desnudos al volver a vestirnos. Follar siempre al menos una vez para desnudarse una vez una última vez para nunca tener que volver a vestirnos. Imagen de mopiaoyao  en Pixabay  de ©Shathu Entayla

Oración al cansancio

Para poner en pausa el reloj de la máquina  y despertar con dulzura al espíritu. Para sentir el placer que da el tiempo sin cronómetro  el tiempo sin destino; el vivir en sí mismo. Para apreciar los minutos y sus segundos el continuo sin discretos y el corazón que nunca paró de latir. Para honrar al cansancio (¡oh cansancio!) que nos permite contemplar en vez de hacer; que nos permite sentir en vez de evitarnos; que nos permite jugar en vez de optimizar. Para que el tiempo sin sentido, dé sentido. Para no caer en la tentación  de darle uno. Para parar para sentir para apreciar para contemplar para jugar. Ahora oro para que el tiempo sólo sea tiempo. Kha feijôl. Imagen de Ola Dapo  en Pexels  de ©Shathu Entayla