Ir al contenido principal

Matar a la mirada

Lo peor del rechazo,
de que no me mires con mis ojos
no es tu rechazo, no.
Es el miedo a dejar de existir.

El vértigo repentino
a vivir cada segundo.
Sentir los brazos amorales
del destino.

Una mirada ciega que lo ve todo
frente a tu sana y parcial mirada.

Y aun siendo parcial y concreta
sentirme anulado ante tus ojos
que destruyen mis ideales,
que me obliga a ver los grises.
Ideales que desde que te miro así
me constituyen.
Ideales que soy
y que al destruirlos
me destruyes.

Las miradas cambian con los ideales
pero no en un instante
y en este instante en que te miro
no me da tiempo a enamorar tu mirada
y no puedo evitar enamorarme.

Mañana será otra mirada.
Pero hoy no es mañana.

Por eso escribo
porque si mi vida fuese este instante
moriría;
porque si decidiera no inocularme
la vida
en forma de arrebato de poesía
y no matar a mi mirada
moriría.

No escribo porque esté enamorado.
No.
No escribo a quien me enamora.
No.
Estoy matando mi mirada
con este poema.
Estoy matando al ideal de ti
para verte a ti.

Te estoy matando
para sobrevivir.

Aunque francamente…
Nunca puedo evitar saborear
esta mirada
que en todo ve belleza.
Incluso en el dolor y en la muerte.


Qué vivo se siente uno cerca de la muerte.

Autor/a desconocido/a
 de ©Shathu Entayla

Comentarios

Popular Posts

Cacatúa (poema-calambur)

¡Caca tuya, cacatúa…! Cacareas cacas, rea… ¡Cacatúa! ¡Cacarea! Carámbanos vanos, cacatúa, es lo que sale de tu cacareo. Rea de cacas tuyas eres, cacatúa. Rea de tus deseos. Sueñas cacatúa, cacas tuyas. ¡Cacarea! ¡Rea! ¡Cacarea tus deseos! ¡Carámbanos de sueños ¡Vanos anhelos! Cacas tuyas, cacatúa son tus cacareos ¡Cacatúa! ¡Caca túa! ¡Túa! ¡Caca rea son tus sueños! Imagen libre de Wikipedia Sátira poética a la vanidad de

La bandera

Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un

Un abrazo

Alquitranes húmedos besan mis sketchers ya pasadas dadas de sí por miles de pasos. Unos andados, otros bailados. Otros que buscan algo. A veces, en estas noches como un pecíolo de hoja que, en otoño se resquebraja en silencio mucho antes de caer, mi ánimo, también se resquebraja. De mis ojos salen lágrimas  que son de aire porque la humedad la tienen el alquitrán y mis pasos y mi sudor y mis pasos. Y por la soledad de dentro de mis ojos no sale nadie. Muchísimas noches abrazaría el aire me devolvería el abrazo más amable el más tierno, el más gentil, y el más suave Pero es que de todo eso es demasiado el aire y se desharía entre mis manos de carne. Necesito un abrazo que sea tierno y terso y firme y sinuoso. Justo como el dibujo del resquebrajo de ese pecíolo qué está en mi ánimo. Un abrazo  que dibujara el resquebrajo pero en sentido contrario: que acabara de romper o reparase esa hoja. Un abrazo. Que me impidiera llorar o precipitara el llanto. O quizá a encontrarme o romperme con ot