Ir al contenido principal

Tanto y tan poco

Arranco baldosas del metro. Por amor.
Me desnudo. Por amor y sexo (ambas y a la vez).
Huelo a soledad. Y eso no es por amor, sino por estupidez.
(Por culpar al amor, quizá).

Lloro. Por amor, pero no solo.
Río. No mucho últimamente.
Me hago pequeño en el aliento de alguien grande. Demasiadas veces.

Aun con amor (aunque también con vacío). Me siento incomprendido.
Como los artistas, que buscan que el mundo les comprenda creando cosas incomprensibles, que sólo otro artista comprende. Quizá por eso gusta el arte: porque es incomprensible y quien lo ve también es un incomprendido artista. A veces me planteo si el conocimiento es sólo otra forma de sentir. O si, el arte es una forma de conocimiento.

Me siento efímero. Como los instantes, como dios: que sabes que existen y están, o que deberían, pero no pueden asirse. No sé si soy tan inútil que el tiempo se burla de mí, o soy yo el que, desbordado por mi propia genialidad, se burla del tiempo. Me siento tan efímero que me siento eterno: tan pequeño que no formo parte del tiempo. La eternidad es ajena al tiempo, aunque la gente piense que simplemente es algo que dura mucho. Me aburro solo de pensarlo. Mucho. Me aburre el espíritu. A veces siento ser una escultura: llena de vida que nunca saldrá del mármol.

Me siento tan vacío... tanto, que el día (y llegará) que encuentre al final de mi marmóreo espíritu el sinsentido que puebla ese vacío; el día que consiga asir al presente; a Dios hecho hombre, mar o inexistencia; ese día moriré de algo: de identidad. No sé de cuál, pero moriré. No sé si solo o no (ojalá no, amar es mi alimento). Pero ahora mismo, en el sopor de mi eternidad mal fundada, proveniente de esta letargosa sensación de efimeridad; siento que me muero lentamente, que me deshago lentamente, que envejezco lentamente, que mis esfuerzos son cada vez más tiránicamente inútiles. Lentamente. Como un buen vino: sabor líquido al principio, a veces rozando lo insípido y al final y en un instante, el aroma se come (contigo) toda tu comida.

Espero que el amor me saque de mi propio abismo. A veces me cuesta confiar, pero creo en que lo hará. Espero al aroma de una nueva identidad desde hace tiempo, desde hace muchos instantes. Tantos, que casi casi puedo empezar a asirlos. Quizá empezar a asirlos, es lo que me da miedo.

Es un alivio pensar que no soy tan eterno después de todo. Tan efímero.

Imagen de Commons Wikipedia

Comentarios

Popular Posts

Amores singulares, en plural

Y mirarte a los ojos y morirme de hambre por querer abrazarte por bailar en tus lirios. Porque yo codicio  almas con la piel y no es lo mismo que codiciar solo las pieles. Porque quiero el calor que dan y no la sangre que tienen. Porque un alma sin viajar  a ninguna piel pertenece. Yo pertenezco a quien me quiere. Y viajo de mí para tí. Quiero anidarme en tí  como el rocío a la tierra como el calor a la piedra como un romance en abril Quiero enternecerme en soñar tu cobijo. Quiero enternecerme en ti y eso elijo. Quiero que seas ese lugar donde perderme y bailar sin pasadizos. No sé quién serás, y no importa. Si me amares, es lo mismo. Pero luego te miraré reflejando tu amor porque, aunque para ser amado todo cariño es prolijo, tu color para amarme cambiará los ojos con que te elijo. Ven a besarme y a abrazarme y viajaré rápido al suicidio. Porque matarme por elegir amor no es más que vivirme en otro sitio. Ámame, que eso quiero. Que cuando falta, de amor, alivio todo los ...

El resquebrajo

Y de pronto el resquebrajo que ya sentía sólo sirve para acabar de romperme, y los pedazos de mí se clavan en mi capacidad de dormir, de sonreír y de querer la vida. Yo, que siempre fui la Antígona que va a morir por lo que le importa pero que se desnuda para sentir el aire frío y sentir que está viva. Yo, la Antígona, que muere cuando su hermano muere por segunda vez, está vez en el destierro de su cadáver. Yo, como ella, muero. La vitalidad de Antígona se va en su muerte. Su muerte es su muerte. Pero mi muerte es la vida.  El resquebrajo es como un desprendimiento: había indicios, pequeñas señales que el monte iba a caerse, pero de repente se cae, y parece que nunca hubo aviso. O que daba igual que lo fuera, porque era inevitable. Parece un capricho de Dios. Parece que no había nubes de tormenta. Pero, de repente, todo es barro, todo es polvo. Todo es hiel. El resquebrajo ya no es tal. Ya estoy roto. Como están rotas las conchas de mar llevadas por el agua. Como el mimbre cuando ...

Tener libido es de aliens

Leo una novela erótica. Me enternece la complicidad. Se ponen a follar. Me pongo nervioso. No cachondo, no. Nervioso como el gerbo que huye. Leo el polvo como leo un epitafio y me fuerzo a acabar el capítulo. (Aunque los nervios no querían). Una, tiene un orgasmo: vital y místico. Otro, no se corre pero: vital y místico. Se despiden. Se besan . Me enternece la complicidad. Acaba el capítulo. Cierro el libro. ... Me entran ganas de llorar. Acabo de leer sobre aliens. Los aliens no son de mi especie. Funcionan distinto. ... Me entran ganas de llorar. porque yo antes era un alien. Siento que nunca he follado. La parte de mi que folla se ha roto. Siento que nunca he querido hacerlo cuando siempre tuve luciérnagas en los ojos con los que miro todo. Algo de mi alma se ha roto. Y estaba en mi cuerpo. Y, dentro de mi cuerpo, en mis ojos. Algo de mi alma se ha roto. Algo vital y místico, como en ese polvo, que ahora es polvo de mis ojos. de ©Shathu Entayla