Ir al contenido principal

Al fondo del bosque

    Cada tarde veo la misma baranda. La misma mariposa negra. La misma ventisca de polen. Una vez me dio tanta alergia que estornudé sangre varias veces. Martín estaba en el porche de la caseta junto a la baranda. Siempre miraba absorto al fondo del bosque, y a pesar de que se veía el fondo claramente y ni una sola ardilla trepaba las copas de los árboles, nunca pude adivinar qué miraba. Sólo le oí decir:
      - Como una luciérnaga parpadeando a punto de morir.

    Nunca he entendido a mi hermano. Ni siquiera cuando murió. Su cara era cadavérica. No me refiero a la cara de su cadáver, sino a su cara vivo; mi hermano desapareció sin más. Era como si fuese de piedra; como si al fondo de su boca guardase un nido de garrapatas y cucarachas. Eso era precisamente de lo peor que salía en una de mis peores pesadillas. Es de las que mejor recuerdo de la fecha cercana a su desaparición.
    Luego me quedé sola. Mi padre me intentó violar y por ello acabó violando a mi madre. Días después mi madre no hablaba. Una tarde les oí, vi sus sombras tras la persiana mientras estaba en la baranda del porche. Como una luciérnaga parpadeando a punto de morir.
     Primero vi una mano levantando un crucifijo. Luego varios libros y vasijas volando. El crucifijo no descendía. Gritos, zarandeos y golpes secos ambientaban mi casa. Por cómo se movían parecía una casa de muñecas; parecía que hacían lo que tenían que hacer. Luego más gritos, más zarandeos y un golpe húmedo. Ya no se veía nada. Luego se levantó él y se le oía jadear. Gritó ahogadamente, sonó una suela patinando y al final otro golpe húmedo.
    En ese momento me acordé de mi hermano mirando al bosque. Imaginé que lo que hacía era intentar perder la mirada por entre los árboles. Aunque, como ya he dicho, era difícil, pues se veía perfectamente el fondo; ni la mirada podía perderse en ese bosque. Ni siquiera por la noche. Es que nada daba miedo. No podías ni figurarte una vana sensación morbosa de que una criatura malvada fuese a matarte. Ni si quiera era convincente que un lobo viniese a devorarte o algo así como sale en los cuentos, a pesar de que había lobos. Incluso imaginando la escena más tétrica y macabra que pudiera suceder en él era imposible sentir miedo, pues sabías exactamente lo que había. La imaginación literalmente no cabía en aquel bosque. Al menos no en forma de miedo.

    Al poco rato de intentar perder mi mirada sin éxito se despertó una ventisca de polen. Estornudé sangre, y di sin querer a una mariposa negra que se había apoyado en la baranda sin darme cuenta. Abrió sus alas descubriendo unos preciosos patrones dorados. Tenían cierto parecido a los tests de Rorschach; unos tests con imágenes muy feas que le hicieron a mi madre. La gente del barrio se alarmó muchísimo cuando se enteraron de que dio positivo. No entiendo por qué.
    La mariposa se apoyó suavemente en mi nariz, como una pluma. Me di cuenta al verla que el cuerpo de las mariposas es un poco asqueroso: a medio camino entre larva y libélula.
    Aleteó y me mordió en la nariz. No sabía que las mariposas tuvieran dientes. Volvió a aletear y los patrones dorados de sus alas empezaron a brillar parpadeantes, como una luciérnaga a punto de morir. Me mordió y se quedó clavada en mi nariz agitando frenéticamente sus alas. Me dolía un poco la nariz, me goteaba algo de sangre, pero era muy bonito verla. Estas mariposas negras siempre me han gustado, y las mariposas, en general (aunque, de lejos) son bonitas.
     De pronto subió una ventisca de polen otra vez. Pero yo no estornudé esa vez. Esta vez fue el bosque el que estornudó. Y estornudó mariposas. Todas sobre mi nariz sangrante. Todas sobre mí.

Comentarios

Popular Posts

El espacio en que fui tuyo

Así me miras como si sólo fuera tuyo. como si mi carne y cómo respiro vivieran sólo en tus dominios, como si yo pudiera salir pero fuera quedarme lo que elijo. Me miras como vestida con un traje de prodigio  que dejan vida y libertad a un lado En el que elegí que ya no elijo. Me miras como si solo fuera tuyo. Me miras como si así siempre hubiese sido. Empiezas con uñas como espadas, y me pegas y, sin querer, grito y ese grito y que lo pares pido porque no quiero gritar más pues no gritar más es quitarme ya una libertad que ahora no preciso aunque es precisamente por libertad  (aunque sin parecer verdad) por lo que grito. Me miras como si me crearas  y yo te creo y te doy las gracias. Me cuidas cuando me atrapas. Me haces temerte cuando me amas. Y esas aguas contrarias, que me hacen a mi llorar otras aguas, flaquean el báculo de tus manos y viendo que me rompes, amenazas con parar el viaje hacia el espacio más cercano al ser sin ser hacia el que estábamos andando: a un tra...

Recuerdos como noches

Cuando la noche se asienta, cuando el día se termina, cercan los horizontes de mis ojos los recuerdos. Esos que veo junto a la estela de mis pasos. Cuando la noche se asienta y su silencio se posa afloran pensamientos en mi mente: los recuerdos  a los que temo. Junto a la estela de mis pasos. Porque mis recuerdos se me aferran como a la piel, cicatrices, como a la retina, luz como al esperar, el tiempo. Puede ser que sean bellos esos recuerdos. Aún me inquietan. Hay carcasas bellas con adentros feos. Porque mis recuerdos se me aferran como la corriente al nervio, como la mano al puñal, como el párpado a lo visto. Y sé bien perderme en ellos —en los recuerdos que son veneno— incluso más que en todos mis pasos mismos. Imagen hecha con Leonardo AI  de ©Shathu Entayla

Un soneto de tres

Por hoy somos tres. Madre, padre e hijo. Aunque no siempre fuimos tres, pues fuimos cuatro. Luego el desahucio vivimos. Tres vivimos el vivir sin cobijo. Aquí somos tres. Madre, padre e hijo con vidas distintas que distinguimos viviéndolas. Juntos y no. Es un timo de envejecer y el tiempo, que no elijo. Y un día tres serán dos, y dos, uno. De pronto "juntos" pasará a ser "no". Y poco hay entre "juntos" y "ninguno". De un algo que estuvo y se marchó el uno que quede será el "alguno". Uno entre paredes de lo que amó. Imagen generada con Flash 2.0 (Google)  de ©Shathu Entayla