Tengo frío en esta noche.
Tengo frío de fracaso
y me duele la cabeza
y me siento maniatado.
El mundo mira mi esfuerzo
como pisar el asfalto:
inútil sin ser un coche
y también innecesario.
(Vaya mierda de metáfora
ahora que estoy pensando)
Y da igual, porque pisar
jamás es haber llegado
y el camino nunca importa.
Pues no alimenta el arado
sino el trigo que colectas.
No alimenta el cosechado
que depende más del suelo,
del abono que has echado,
que de todas esas horas
que te has pasado sudando.
Porque no gana quien suda.
Porque no ganan las manos
si no recogen el trigo.
Dadme semillas, ¡Vamos!
Que sean buenas. Que crezcan.
No me des un suelo malo
ni unas malas herramientas;
ni me separes del campo,
que en el centro no es lo mismo
que vivir de todo aislado.
Y mi caso es casi bueno
pero en mi casa, encerrado
sin hoz, abono y semillas
si saco trigo es milagro.
Todas las hoces, gastadas.
Cada semilla, brotando.
pero nunca dando frutos
Y me estoy desesperando.
Y huele a pastel de frutas
en cada casa de al lado
(sobretodo en Instagram
¡que no veas si hay fandango!)
y aunque envidia yo no tengo
alimenta mi fracaso
que algo huela en otros sitios.
Que no triunfo, aunque me mato
por sudar toda mi sangre;
que no triunfo ni soñando,
pues si sueño que lo tengo
sueño que se huye al tocarlo.
Y cada vez menos quiero
arar el maldito campo.
Me cuesta menos morirme
que recolectar aquí algo
más que tierra. Que era fértil
y que ahora, aborrajado
el campo, no tengo nada
más que arena y muchos calvos.
Que el talento no se paga
pero el arte es impagado
y yo sólo sé hacer arte
y me siento condenado
porque arar sea metafórico
y no tenga, en verdad, campo
que me dé frutos sin más.
Porque el arte nunca es campo.
Sólo lo es para unos pocos:
para los privilegiados.
Y es que muchas veces pienso
que ojalá no haber creado.
No sentirme sin sentido
cuando nada creo, cuando
vivo bien tranquilo,
cuando tan solo descanso.
Mas me da el arte sentido
y dependo de él. Drogado
estoy. Con sobrevivir
no me basta. Condenado
estoy, al puto “talento”.
Y es que ya me está matando
el arte. Me siento inútil
por el arte. Condenado
al arte y al puto silencio
de los ojos asombrados
que lo observan, que lo miran,
que lo pagan consternados,
que lo aman con desprecio
pues desprecian nuestras manos.
Y si le sumas un virus
¿cómo no ser fracasado
viviendo aún con mis padres,
montando vídeos, actuando,
estudiando y aprendiendo
a gritar al mundo algo
que haga que al menos me escuchen
estos tres o cuatro gatos
que todo el cotarro llevan,
que pueden dar trabajo?
Me voy quedando sin voz
buscando castings, gastando
lo que tengo y que me dejan
(lo que tengo, ya ha acabado)
en formarme, pero el tiempo
que doy al mundo, que gasto
en dar a miles de vidas
algo que les anime. Algo
que les dé sentido, me
carga tanto. Tanto, tanto…
que, volviendo a eso de antes,
a lo del campo y el arado
de ha cincuenta y ocho versos
(lo siento por este lapso
más podrás reconocerme
que ser sutil es cansado
si tu propia realidad
te hace sentirte atrapado
y más diciéndolo en verso);
en serio, volviendo al campo:
a veces me gustaría
comerme el campo a bocados
y hacer ese arte sin hambre,
(el que siempre he deseado).
¿Haberme sabido el texto
sería bonito? ¡Claro!
Pero el mundo esto lo sabe:
morcillear es sagrado
para un actor que se precie
madurito o empezando.
Y quien diga que no, miente.
Que no hay actores exactos
y que no son los mejores
los que tienen más trabajo.
(Si es que lo quiero parar
pero si pienso me enfado)
Pero sí, habrá que luchar,
pues sin hambre, lo creado,
tendría menos sentido,
y en la industria es todo malo,
mas nos gusta, ¡vaya mierda!
así que, con el enfado
y aun sin muchos motivos
habrá que seguir luchando.
Aunque no muy convencido
esto es a lo que he llegado.
¿Quieres ver este poema recitado?
Lo hice en mi cuenta de actor, aquí: https://www.instagram.com/p/CJtKHcfKOA5/
Mi cara de imbécil sin trabajo |
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