Huele
a silencio. A calma. A frío nocturno de verano. Pero sobretodo huele a nubes. A humedad seca de ciudad. Huele a ventanas encendidas, a conversaciones solitarias. Huele a chorro de humo blanco saliendo de chimeneas. Pero sobretodo huele a nubes. A nubes negriblancas azul oscuro que son guiadas por el viento hacia el sureste. A mi sureste: no me importa cuál sea el de verdad. Ese viento acaricia mis pies. Aquellos que cuelgan en el aféizar de la ventana. Una brisa apenas perceptible. Como cuando la sal hace flotar algo más el cuerpo que en una piscina, ahora el viento hace flotar algo más mis pies sobre el aire.
Suelo tener vértigo, pero ahora no lo tengo. Esta noche no. Estoy contigo mirando cómo las nubes no consiguen tapar la Luna; cómo esas nubes olorosas le dejan paso al sol nocturno con su luz blanca. Parece, en estos tejados, de día, y en el cielo, fondo de mar.
Me señalas una estrella. No es la polar, no es Venus; creemos que es Arturo; es mejor que sea la tuya. Nos damos un beso y ambos pensamos en qué típico es eso de darse un beso "bajo la luz de la luna", así que yo me pillo una nalga en el alféizar y tú te das con él al sentarte encima. Reimos. Seguimos viendo estrellas. Y la Luna.
Tienes frío. Mi camieta de pijama es lo primero que encuentras. Yo sigo mirando la Luna sentado sin ropa en el alféizar frente al patio de techumbre que se ve fuera; desnudo de lo que no es humano. Cuando vuelves veo cómo tus ojos miran como la Luna y tu mirada huele a mar al atardecer y a gel de ducha. Sobre tus ojos, que cerca son grises y de lejos verde menta se dibuja un brillo albino que viene de fuera.
Sé que este momento es inolvidable ya. Tu piel me recuerda a la historia que me constaste de las rosas cosmo: tan blancas que parece que reflejan azul. Tú pareces azul ahora. Un azul tan natural que parece llama, pero es, más bien, Luna. Nos contamos historias de gente que hemos perdido; que han salido de viaje en otras noches o en otros soles diurnos.
Tienes frío. Las nubes tapan la Luna, y así se quedará un largo tiempo. Aún huele a luz. Sonríes. Me pides que te abrace. Me dices "este me lo guardo para mí". Cerramos las hojas de la ventana: la Luna brilla, pero deja de oler.
El pedazo de Luna que queda se viene conmigo a la cama. Me abrazas con esos ojos de menta guarecidos bajo párpados. Un beso y echamos juntos a volar al zénit. Al llegar te miro, hago como si nunca hubiésemos subido a él, y me tumbo sobre ti con el cuidado que tiene el hilo al llegar a la aguja: es hora de hacer el verdadero amor. Me quedo en ti, donde termina el camino del zénit: a partir de ese momento hospedamos un cuerpo compartido: sientes todo lo que siento, y siento todo lo que sientes. Sentimos sueño y algodón.
Hasta mañana. Buenas noches. Que duermas bien. Mañana será otro día. Me iré, y por la noche miraré al cielo y el brillo de la Luna será algo más azul. Azul menta.Vamos, descansa, que mañana será otro día, y tú, otra Luna.
Suelo tener vértigo, pero ahora no lo tengo. Esta noche no. Estoy contigo mirando cómo las nubes no consiguen tapar la Luna; cómo esas nubes olorosas le dejan paso al sol nocturno con su luz blanca. Parece, en estos tejados, de día, y en el cielo, fondo de mar.
Me señalas una estrella. No es la polar, no es Venus; creemos que es Arturo; es mejor que sea la tuya. Nos damos un beso y ambos pensamos en qué típico es eso de darse un beso "bajo la luz de la luna", así que yo me pillo una nalga en el alféizar y tú te das con él al sentarte encima. Reimos. Seguimos viendo estrellas. Y la Luna.
Tienes frío. Mi camieta de pijama es lo primero que encuentras. Yo sigo mirando la Luna sentado sin ropa en el alféizar frente al patio de techumbre que se ve fuera; desnudo de lo que no es humano. Cuando vuelves veo cómo tus ojos miran como la Luna y tu mirada huele a mar al atardecer y a gel de ducha. Sobre tus ojos, que cerca son grises y de lejos verde menta se dibuja un brillo albino que viene de fuera.
Sé que este momento es inolvidable ya. Tu piel me recuerda a la historia que me constaste de las rosas cosmo: tan blancas que parece que reflejan azul. Tú pareces azul ahora. Un azul tan natural que parece llama, pero es, más bien, Luna. Nos contamos historias de gente que hemos perdido; que han salido de viaje en otras noches o en otros soles diurnos.
Tienes frío. Las nubes tapan la Luna, y así se quedará un largo tiempo. Aún huele a luz. Sonríes. Me pides que te abrace. Me dices "este me lo guardo para mí". Cerramos las hojas de la ventana: la Luna brilla, pero deja de oler.
El pedazo de Luna que queda se viene conmigo a la cama. Me abrazas con esos ojos de menta guarecidos bajo párpados. Un beso y echamos juntos a volar al zénit. Al llegar te miro, hago como si nunca hubiésemos subido a él, y me tumbo sobre ti con el cuidado que tiene el hilo al llegar a la aguja: es hora de hacer el verdadero amor. Me quedo en ti, donde termina el camino del zénit: a partir de ese momento hospedamos un cuerpo compartido: sientes todo lo que siento, y siento todo lo que sientes. Sentimos sueño y algodón.
Hasta mañana. Buenas noches. Que duermas bien. Mañana será otro día. Me iré, y por la noche miraré al cielo y el brillo de la Luna será algo más azul. Azul menta.Vamos, descansa, que mañana será otro día, y tú, otra Luna.
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